7.28.2015

Introducción

Hace no menos de dos minutos tenía unas diez lineas de texto perfectamente organizadas en mi mente pero un recorrido tan corto como lo es el de ir a buscar un lápiz y algo de papel hizo que de todas formas me olvidara lo que iba a volcar aquí. 
Tal vez sea el día tan perfectamente oscuro y aguado el que me haya incentivado a dejar esas teclas de plástico y ese recuadro forrado en píxeles para sentarme junto a este ventanal y a retomar lo que en mi época de juventud escolar se conocía como escritura. Mi plan para hoy no era éste, pero... ¿quién necesita un plan de todos modos?.
Necesito escribir una introducción. No sé para qué, no se para cuándo y tampoco sé como. Me encantaría ser como esos escritores que viven rodeados de libros y papeles manchados de café e impregnados con el humo que se desprende de sus cigarros mientras todas las ideas que flotan en su mente comienzan a fluir en orden para luego ser transferidas al papel. Bueno, no es mi caso. ¿Cuál es mi caso? Eso tendría que decírmelo alguien con experiencia. Las ideas no fluyen en mi mente como la corriente de un río sino mas bien como el viento que acompaña a un tornado. Pero podría ocupar un libro entero redactando imperfecciones cuando en su lugar podría estar resaltando el hecho de que tengo ideas. Muchas. Ideas y proyectos, cosas que no me faltan. Lo único necesario ahora es transformar eso en la corriente de agua de los escritores que imagino. 
Normalmente y luego de dejar la lapicera a un lado, arrancaría la hoja de éste cuaderno, la convertiría en un bollo imperfecto como mis palabras y lo tiraría al abismo de pensamientos junto a todos los anteriores, pero voy a hacer un esfuerzo para que esto no tenga el mismo destino, para que sea la diferencia y así tal vez el tornado se convierta en río.